¿Por qué nunca le pones un 10 a nada? ¿Por qué siempre puede irnos mejor?
Durante nuestro recorrido como psicólogos del centro, parece que acabe siempre surgiendo la cuestión de que resulta imposible ser todo lo felices que podríamos ser.
Cuando en sesión preguntamos sobre qué nota le pondrías a la semana, a tu capacidad de conseguir algo o a tu actuación frente a una situación concreta, es muy raro que alguien ose decir que un diez, “el diez es solo de Dios” decían antiguamente en algunos colegios.
La pregunta que de ahí sale surge es el “¿Y cuándo vas a conformarte?“.
No parece que tengamos una fecha fijada para decidir que empezaremos a ponernos un sobresaliente en el área de la felicidad. Parece que solo seamos capaces de poner esa nota a posteriori, cuando echamos de menos ese tiempo que sin duda fue mejor, cuando anhelamos lo irrecuperable.
Es cierto que en potencia siempre vamos a poder mejorar, pero eso no quita que nuestro diez vaya evolucionando a través del contexto y simplemente siga siendo la nota más alta que podíamos obtener. Para ejemplificarlo imaginémonos un examen tremendamente complicado al que dos alumnos se enfrentan. Los dos estudian como pueden, ya que los apuntes parecen no estar muy claros, pero al final del semestre, uno de ellos se encuentra con un nueve y el otro con un simple seis. Si la reacción del alumno de sobresaliente bajo fuese resoplar y sentir la ansiedad de no haberlo hecho “lo mejor que podía” y la del alumno del seis es la de alegrarse enormemente y celebrar que todo su esfuerzo ha servido para sacar “la mejor nota que podía” ¿Con qué reacción te quedarías tú?
A veces no se trata de centrarse en las notas de los demás para situar la nuestra, a veces la respuesta más adaptativa es simplemente la de valorar todo el esfuerzo que hemos hecho y la meta que hemos alcanzado. Es preferible disfrutar de un seis que para nosotros es como un diez que horripilarnos por no haber logrado lo que otros sí.
Pese a la simpleza de este consejo, parece que a la hora de hacer introspección no terminamos de puntuarnos con un diez, por eso del “podría ser mejor”. Os animamos desde este post a que os lancéis a de vez en cuando disfrutar de lo que habéis obtenido, porque eso no significa que vayáis a dejar de intentar ser mejores en el futuro.
Puedes seguir esforzándote al mismo tiempo que disfrutas de tu seis, porque aunque para otros sea un simple “bien”, para ti puede ser la perfección en una situación y contexto determinados.
En resumidas cuentas, que la meta no es ser feliz, ser feliz es el camino entero, no esperes a jubilarte para, de la nada, sentir que por fin alcanzas la perfección, céntrate en disfrutar de tu proceso y evolución. No se trata de aprender a andar y sentirnos decepcionados porque hay gente capaz de hacerse el camino de Santiago, si no de valorar esos primeros pasos.